Patologías del Amor





Patologías del amor.

La era del vacío



Muchas personas sufren del vacio dentro de las relaciones amorosas, una sensación insoportable de inconformismo, hastío, aburrimiento, angustia, desesperación… y en el fondo mucho miedo. Fóbicos al amor, faltos de entrega, insatisfacción crónica, histerias, miedo al compromiso. Dice la letra de una canción: “nuestra realidad es tan particular, mientras más me acerco, más me alejo, … mientras más me alejo, más me acerco” (Superchería). No se permiten tener una pareja, no se permiten amar, gozar y triunfar. Qué es lo que hace que el ser humano se prive de semejante derecho natural?

Me apareció la idea de que en definitiva hay un dolor implícito de crecimiento en el encuentro con un otro, como nacer, ahí donde me entrego a una situación y según mi adaptabilidad podré sortear las incomodidades de esa nueva realidad, una realidad vincular, donde ya no soy sólo yo, sino con un otro. El proceso de nacimiento duele, se sufre, se atraviesa con angustia y desesperación, una vez vivido ya no se es el mismo, se avanza un paso ineludible y ya no hay vuelta atrás, bienvenido o no a este mundo, habrá que vivirlo como sea, la matriz protectora y nutriente queda atrás y deja de ser la existencia. Esto trae consecuencias que habrá que sortear, una vez separado de esa realidad ideal, omnidadora, habrá que autosustentarse, reconocerse como un yo delineado en sí mismo.

En contextos familiares donde el núcleo primordial, la pareja de los padres, es ideal como ese útero omnidador, puede ser predisponente para esta distorsión del amor. Un ideal, imaginario por supuesto, de forma que para se sostenga tal ideal nada debe superarlo, porque así dejaría de ser ideal y entonces es falso e irreal. Para la mente esta idea resulta intolerable: si nada es real, entonces yo no soy real, es una idea de muerte al yo. Muy íntima y primariamente, hay una ilusión infantil que indica el supuesto de que “si yo gozo y triunfo supero a mi antecesor”, o dicho de otra forma: mi entrada a la vida y al disfrute es consecuencia de la salida de otra vida externa a mí a la que tengo renunciar, la resultante es un vacío angustiante que se hace insostenible porque lo propio aún no está instaurado, muchos optan por quedarse con lo conocido aunque sea ajeno antes de pasar por ese terrible vacío. Eso implica que él muera para que yo pueda nacer, que muera su figura de poder para que yo me empodere. Simbólicamente, tengo que matar (soltar, dejar caer o despedir) a tal figura significativa y eso trae extremo pavor al yo infantil. También puede darse que para seguir sosteniendo ese modelo ideal externo yo tengo que seguir siendo el niño, así la familia ideal queda congelada al congelarme en esa edad infantil.

Son personas ávidas de reconocimiento, inseguras, buscan la aceptación de los otros, son perfeccionistas, exigentes, tienen baja tolerancia a la frustración, son capaces de cargar a otros con tal de ser aceptados, se disputan en un dilema constante: quiero el amor de los otros, pero me asusta recibirlo. Suelen ser dadores y les cuesta recibir, lo que los deja en un estado de insatisfacción y carencia, en consecuencia demandan directa o indirectamente bajo infinidad de manipulaciones.

En este escenario, la persona anhela tener la protección de alguien que lo sostenga, pero esto se hace un círculo vicioso: en la medida que es sostenido, no puede pararse sobre sus propios pies, como no evoluciona su estructura no puede dejar de depender de otra estructura, así indefinidamente, el sujeto nunca sale de ese apoyo externo para pasar a su autoapoyo. Significa que sigue siendo un niño, inmaduro e incipiente, probablemente podrá sostener su vida laboral, pero en el plano amoroso relacional se verá directamente afectado, su neurosis tendrá allí su asiento. Tiende a relaciones de tipo oral, donde demanda al otro sus necesidades por sobre las de la otra persona, siempre insatisfecho nada le alcanzará, tendrá dudas, hará preguntas para comunicarse, indagando para verificar su hipótesis: “nadie me querrá”, “no soy amado”, “nunca es suficiente para mí”. Hay una especie de voracidad que nunca es saciada, engulle sin digerir el amor porque no tiene la estructura necesaria para eso. El otro extremo puede darse por una suerte de desensibilización, huyendo de las relaciones con tal de no sentir amor, buscando parejas que llevan implícitamente al fracaso, amores imposibles, complicados, sufrientes, expresión de síntomas físicos en órganos y funciones del contacto, como la piel, el corazón y la respiración, que impiden el contacto y ponen una barrera de de protección y aislamiento, nada que implique que la persona pueda arribar a un disfrute pleno.

En un nivel masivo, estamos agobiados por la hiper estimulación externa, la franja de jóvenes y adultos se encuentran anestesiados, abúlicos, o impulsados bajo la inercia de los encuentros virtuales, vamos consumiendo vorazmente perdiendo el sentido de lo que estamos necesitando, así lo incorporado es siempre insatisfactorio, simplemente porque no responde a las necesidades reales. Vamos llenando un barril sin fondo…y lo que queda indefectiblemente es frustración y vacío.

Para citar a Gilles Lipovetsky en su libro La era del vacío, dice: “la nueva desesperación que afecta a un número cada vez mayor de personas…, los desórdenes de tipo narcisista constituyen la mayor parte de trastornos psíquicos tratados por los terapeutas, caracterizados por un malestar difuso que lo invade todo, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres…Es más, según Chr. Lasch, los individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, en razón de los riesgos de inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales. Tener relaciones interindividuales sin un compromiso profundo, no sentirse vulnerable, desarrollar la propia independencia afectiva, vivir solo, ese sería el perfil de Narciso. El miedo a la decepción, el miedo a las pasiones descontroladas, traducen a nivel subjetivo lo que Chr. Lasch llama “la huída ante el sentimiento”…al preconizar el cool sex y las relaciones libres, al condenar los celos y la posesividad, se trata de hecho de enfriar el sexo, de expurgarlo de cualquier tensión emocional para llegar a un estado de indiferencia, de desapego, no sólo para protegerse de las decepciones amorosas, sino también para protegerse de los propios impulsos que amenazan el equilibrio interior. La liberación sexual, el feminismo, la pornografía apuntan a un mismo fin: levantar barreras contra las emociones y dejar de lado las intensidades afectivas. Fin de la cultura sentimental…y nacimiento de una cultura cool en la que cada cual vive en un bunker de indiferencia, a salvo de sus pasiones y las de los otros. Por eso el drama es más profundo que el pretendido desapego cool: hombres y mujeres siguen aspirando a la intensidad emocional de las relaciones privilegiadas, pero cuanto más fuerte es la espera, más escaso se hace el milagro fusional y en cualquier caso más breve. Cuanto más la ciudad desarrolla posibilidades de encuentro, más solo se sienten los individuos…En todas partes encontramos la soledad, el vacío, la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí…¿Por qué no puedo yo amar y vibrar? Desolación de Narciso, demasiado bien programado en absorción en sí mismo para que pueda afectarle el Otro, para salir de sí mismo, y sin embargo insuficientemente programado ya que todavía desea una relación afectiva”. La era del vacío, Cap III Narciso o la estrategia del vacío, El vacío, pags. 75 a 78.



Patologías del amor. El antídoto


Y bien, hagamos reflexiones para construir… ¿Qué tenemos que aprender los humanos de este vacío demoledor, de este terror al amor, de esta privación absurda? En el fondo hay miedo a no ser amados, una falta de fé en esta verdad de que somos amados, y como existimos a partir de ser reconocidos por otro, sólo así nos sentimos seres amados. La consecuencia primera es que para ser amados y reconocidos, firmamos un acuerdo tácito donde “seré lo que tú quieras que yo sea”, asumimos infinidad de roles impuestos, aceptamos desfigurarnos a merced del deseo del otro con tal de ser amados. Estas máscaras no tienen vida perdurable, y con suerte llega un momento existencial donde entran en cuestionamiento y crisis. Esta es la gran oportunidad para aprender que no necesitamos dejar de ser quien somos en esencia para ser queridos, que tenemos el amor implícito en nuestras células, que somos de hecho expresión de amor.

Así, la primer clave es ser fiel a mi propia esencia más allá de las expectativas de los otros ¿Qué implica esto? Hacer lo que quiero y no lo que debo, preguntarme sobre mis necesidades y responder por ellas exclusivamente, hacer lo que necesito y no lo que se espera de mí o lo que los otros me piden, diferenciarme del otro: “yo soy yo, y vos sos vos”, no tenemos por qué ser iguales, lo valioso está en la diversidad y todos somos expresión del amor. No hay por qué seguir tradiciones ni mandatos familiares, a la larga terminan siendo un peso demasiado grande e insostenible.

Y esto otro es todavía más fuerte, tenemos miedo a sentir…la sobreestimulación hedonista del posmodernismo ha hecho que lleguemos a este punto…hemos trabajado tanto la individualidad que nos hemos alejado demasiado de la posibilidad del encuentro con un otro, hemos bebido hasta la embriaguez de la copa de las pasiones que llegamos a asquearnos de sentir gozo, se ha desvirtuado ese placer inherente a la vida, hemos quedado absorbidos en la ilusión de la imagen externa, y en ese sinfín de juguetes mundanos, nos hemos perdido, perdimos el sentido del goce y ahora nos toca recuperarlo con plena conciencia.

¿Cómo manejar el miedo en el contacto amoroso? El miedo deviene de los imaginarios: ideas, creencias, supuestos, una mirada subjetiva dictada por ciertos aprendizajes. Los imaginarios tienen el poder de adelantarse al futuro previendo algo desagradable, ya que el mecanismo del miedo es para alertar ante un ataque, sólo que en este caso es desmedido e injustificado. Por supuesto esto trae un monto de ansiedad que solo se evade suprimiendo el contacto, y con ello no hay relación posible, o por lo menos no hay relación placentera posible, muchos optan por quedarse en relaciones sufrientes, las que no aportan valor, estima, regocijo, sino más bien angustia, desesperación e incomodidad. Siempre es una elección, consciente o inconscientemente estoy optando por una alternativa dentro de un abanico que muchas veces desconozco, creyendo que sólo tengo una sola opción. ¿Cómo reconocer todas las opciones posibles? Simplemente poniendo en duda y cuestionando mis imaginarios. Si yo creo que se aleja porque no me quiere, puedo darme la opción de tener en cuenta que puede estar alejado porque quiere estar solo, y esto no tiene porqué concluir en que soy rechazado; la diferencia está en que en el primer caso me define a mí como persona rechazada, y en el segundo caso el estado es del otro y yo puedo hacer algo con eso que me toca, pero eso no me define. Preguntar al otro para chequear lo que supongo también ayuda, muchas veces me quedo con una primer lectura de la situación sin corroborarlo, eso anima una película mental que se masculla incesantemente sin más beneficio que la angustia.

Por último, y siendo acotada en las variables interminables por las que la mente interrumpe el contacto, propongo revisar mis miedos. A qué le tengo miedo? Qué pasaría, dentro de mi imaginario, si finalmente accedo a eso que tanto rehuyo? Cuál es el riesgo, la amenaza? Qué es lo que no quiero perder? Libertad, espacio, tiempo, control, mi identidad, mis elecciones, la seguridad psíquica de ser amado…las seguridades no son más que mentiras convenientes, lo único que permanece y no cambia es que todo cambia todo el tiempo, querer atrapar esas seguridades es ilusorio e inmaduro, además de pretensioso por querer domeñar algo que no nos toca por ser finitos.

El fundirse con otro implica poder disolverse en otro mundo, en ese otro yo, para eso tengo que contar con un yo fuerte y definido que no teme mezclarse, disolverse y fundirse, porque sabe que nada de eso es amenazante a su identidad y su constitución. Aquí la clave es la entrega, la confianza, es como tirarse en el trapecio sin red, con fé en que seré sostenido más allá de la red. Enamorarse es dejarse caer, perder el control, la voluntad y la mente, poder confiar plenamente en el vínculo sin temor a ser abandonado, rechazado o castigado, reconociéndome como el que soy y siendo fiel a mí mismo, respetando mis necesidades y sabiendo diferenciar lo imaginario de lo real.



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