Caminante del Cielo y de la Tierra




Las palabras camino y viaje me atraen, las siento tan cercanas y familiares, me siento identificada con ese noble propósito, el ir de un lugar a otro, de un tiempo a otro, de una orilla a la otra...un pasaje, un viaje, un sendero que caminar, que se abre a mis pasos a veces dubitativos, otras veces tenaces y seguros, por momentos veloces y por otros hasta quietos, palpando a tientas lo inesperado...la intensa búsqueda, incansable, la gracia de descubrir, siempre descubrir el velo para ir más allá, para traspasar ese límite conocido. Caminar implica ir soltando cada paso que doy para pararme en el siguiente paso, un devenir constante entre mi impulso y mi entrega, confiando, soltando, atreviéndome a ir más allá, con riesgos pero con muchas promesas también.

Cuál es la orilla en la que estoy? y donde iré? sigo a la deriva respirando, aquietando mi mente, y sé que un nuevo rumbo se abrirá a mi paso en cuanto pueda dejar fluir la duda y entregarme al devenir, a la corriente de la vida. Cambio, transmutación, el mayor camino que he andado es éste, el viaje más soberbio es el que estoy haciendo en esta vida, el riesgo nunca estuvo mejor fundado que en estos pasos corajudos, mientras atravieso el puente colgante en medio de la terrible tormenta, mi corazón sigue latiendo, su llama me sostiene cuando creo no poder respirar ni un minuto más en este lugar, a veces sostengo mi aliento y mis ojos se oscurecen tras el feroz paisaje a mi alrededor, las voces sórdidas, las manos agarrotadas de tensión, los cuerpos mecanizados sin vida, sin goce, pero mi corazón sigue latiendo, y es maravilloso...es un milagro que pueda latir en medio de esta miseria. Estoy en el medio del puente colgante y crujen las maderas podridas, mis pies no tienen fé pero mi corazón sigue latiendo, y es un milagro...Andar, andar y seguir andando el camino de la vida, caminante del cielo y de la tierra, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.